EPIFANÍA. ACTO I. (Ronda de Blogs Colaboradores)
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EPIFANÍA es mi historia la La Ronda de Blogs Colaboradores
Hola!! He tardado un poco en traer el primer capítulo de mi historia para la Ronda de Blogs. Para aquellos despistados recordar que es una iniciativa que llevan Sara y Gema, y que ya participé en una ronda anterior con la historia "LAS CADENAS DE LOINE" donde me reseñó la increible Aiko.
Ahora bien, me he dispuesto a participar en esta nueva Ronda, y como viene siendo normal entre las reglas de esta iniciativa está la de que todas las historias participantes deberan contener dos elementos en común. Que en este caso son:
HALLOWEEN
CALEIDOSCOPIO
Esta vez presento una historia de terror (nosé si llamarlo así...) con dos hermanos protagonistas. Tod y Bastian. Si quieres conocer más detalles sobre mi historia te animo a leerla. Solo tendrá cuatro capítulos repartidos en cuatro entradas diferentes, y aquí os dejo el primero de ellos.
¿A QUE ESPERÁIS?
ACTO I
LA COSECHA
Tod y Bastian caminaban exhaustos por
una sinuosa carretera dando pequeños pasos sobre el asfalto y observando las
viviendas que había a ambos lados de la calzada. Arrastraban consigo sendas
bolsas de tela vacías, puesto que un niño mayor que ellos y de tamaño desmesurado les había robado la cosecha de la noche a golpe de navaja. Tras el atraco empezaron a correr asustados, y sus pies les llevaron a un lugar que les era totalmente
desconocido. No veían a nadie en ninguna de las direcciones posibles y las casas yacían en la más profunda oscuridad. Estaban
solos en
aquella calle, cuyo nombre descubrieron al encontrarse con una señal de metal oxidada que apenas se
mantenía en pie.
Avenida Grimm
Se miraron confusos y observaron a su alrededor intentando
detectar algo que les fuera familiar, pero no había absolutamente nada que
evocara un solo recuerdo en sus mentes. Los farolillos irradiaban una luz cálida y parpadeante, y las bombillas emitían un extraño
zumbido eléctrico que lentamente se fue haciendo más y más molesto.
Instintivamente Tod y Bastian se dieron la mano, y el hermano mayor zarandeó al
menor con una sonrisa nerviosa en los labios.
—
No te preocupes Bastian,
encontraremos el camino de vuelta…
Dieron vueltas durante horas pero sus intentos fueron en vano, puesto que por más que intentaran volver siguiendo sus
propias pisadas siempre se topaban de nuevo con la extraña señal metálica que
les daba la bienvenida a la Avenida Grimm. Intentaron picar a alguna puerta
pero nadie abrió, a pesar de que el pequeño asegurara haber escuchado pasos
tras ellas, e incluso merodearon en jardines ajenos intentando ojear a través
de las ventanas con la esperanza de encontrarse con alguien que los pudiera
ayudar, algo que resultó inútil pues todas las viviendas en las que se
adentraron permanecían abandonadas.
Ya rendidos, decidieron sentarse
en un pequeño banco de madera aguardando a que algún coche pasara por allí, y
el pequeño Bastian empezó a bostezar profundamente, mientras que los párpados
de Tod se cerraban con lentitud. Pero de pronto una explosión cercana les
arrebató las ganas de dormir, y los farolillos más cercanos dejaron de brillar
para sumergir la avenida en una densa oscuridad que apenas les permitía mirarse
el uno al otro.
Sus pieles sintieron un
escalofrío que fue recorriendo sus respectivos cuerpos, y el pequeño agarró a
Tod del brazo para ocultar su rostro ante cualquier maquiavélica presencia
dispuesta a asustarlos.
El silencio era absoluto, el
irritante zumbido de las bombillas se había extinguido y tan solo se percibía
la respiración agitada de Bastian, quien parecia sumergido en un llanto
desconsolado.
En aquel instante empezaron a
escucharse unos pasos lejanos, y la mirada de Tod buscó en la lejanía el origen
de aquel sonido. Lentamente tomó forma una presencia difusa que se acercaba a
ellos desde el horizonte, un niño pálido y vestido con harapos de tela rota que
caminaba completamente rígido sin apartar la mirada de un punto muerto en la
dirección contraria. Apenas les observó, y llevaba entre sus manos caramelos
que iba devorando con ansiedad. Parecía dibujarse en su rostro una mueca de
alegría, pero sus facciones remarcaban un pánico silenciado.
Al pasar por delante Bastian
levantó la mirada y se liberó del escudo que lo había protegido anteriormente,
y observó al pequeño niño con envidia.
— ¡Eh, tú! ¿Dónde has conseguido
esos caramelos? — gritó el pequeño demostrando su ansia por recuperar parte de
la cosecha perdida.
El niño pálido cesó sus pasos, y
giró muy lentamente su cabeza para mirar de frente a aquel que le había
hablado. Contuvo la vista durante unos segundos sin mediar palabra, y
posteriormente alzó la mano señalando allá de donde venia; la edificación más
tétrica que podía encontrarse en la Avenida Grimm. Se trataba de un palacete
rodeado por una gran verja de metal que cercaba un jardín poblado por todo tipo
de vegetacion. Había también un enorme esqueleto de sauce llorón en cuyas ramas
descansaban aves negras de ojos amarillos, y una de las ventanas superiores del
palacete destilaba la luz candente de su interior, desde donde les pareció ver
sombras proyectadas en las cortinas.
— ¿Allí nos darán caramelos? —
insistió Bastian que ya se había puesto de pie.
El pequeño niño comió uno de sus
caramelos en respuesta, y lo masticó de forma desagradable, como si sus pequeños dientes blancos pudieran romperse en
cualquier momento. Sonreía enseñando los jugos enriquecidos de su propia saliva
esparcidos por su rostro, y por la comisura de sus labios de le escurría la
baba como si se tratara de un perro hambriento.
Sin decir una sola palabra
asintió, y continuó caminando sin
desviar la mirada de los dos hermanos desapareciendo entre las sombras de al
final de la calle.
Exasperado, Bastian tiró del
brazo de su hermano dirección a la tenebrosa casa que se alzaba al final de la
Avenida Grimm. Había sido construida en la cima de una pequeña colina, y
permanecieron un instante en la puerta de acceso sujetando con sus manos
debiluchas los barrotes oxidados de metal. Contemplaron la gran casa y
descubrieron que las luces del piso superior ya se habían apagado. El pequeño
Bastian no pudo evitar una carcajada nerviosa y su hermano mayor se unió a él,
aunque su risa, en realidad, fuese de temor. Y cuando el eco dejó de repetir
las risas de los niños, las puertas de metal se abrieron de par en par. El
chirrido fue agudo, y los pájaros que descansaban sobre el sauce llorón al que
le habían robado las lágrimas empezaron a graznar en un canto coral que los
estreneció.
— Tu primero... — gruñó Tod colocándose
tras su hermano menor.
Lentamente ambos se fueron
introduciendo al interior del jardín, mientras un centenar de ojos amarillos
les observaba acercarse a la puerta de entrada. Asombrosamente los cuervos se
habían silenciado, y tan solo el viento aullaba ferozmente, filtrándose entre
las ramas del sauce como si estuviera intentando hacerle cosquillas. Las
puertas, del mismo modo que se habían abierto, se cerraron, emitiendo un
chirrido que perforó sus oídos. Tod miró hacia atrás y se imaginó al pequeño
niño que habían visto en la calle tras los barrotes, mordiendo sus caramelos y
sonriendo de forma siniestra y desconcertante, pero la imagen desapareció al
instante, algo que no hizo el sonido del caramelo resquebrajarse en los dientes
del pequeño.
Subieron pues por unas escaleras
de madera que crujían y se detuvieron en el porche frente a la enorme puerta. Tod
la golpeó con fuerza tres veces, y no lo hizo más puesto que al tercer impacto
se clavó una astilla de madera en los nudillos, produciéndole un dolor más
intenso del que hubiese esperado.
— ¿Te has hecho daño? — le preguntó
Bastian mientras él se arrancaba la gran astilla de madera que se había
introducido en su piel. — ¡Estás sangrando!
—
No es nada. — dijo el hermano mayor mientras se llevaba
el nudillo a la boca, lamiendo la poca sangre que pudiese salir de la herida.
—
¿Crees que abrirá alguien?
Tod no tuvo tiempo suficiente
para contestar, y la puerta principal del palacete se abrió lentamente y por la
diminuta apertura sobresalió un rostro arrugado y de mujer. Tenía una gran
nariz afilada, ojos verdes casi fosforescentes y tantos pliegues en su piel que
bien podrían ser infinitos. La mujer deslizó la mirada lentamente hacia los pequeños, y se asombró al ver la
visita que recibía.
— Parece ser que un par de
monstruos pican a mi puerta... — vociferó ella desde el otro lado de forma
exagerada y a su vez fingida. — ¿Qué puedo hacer yo para librarme de estas
bestias?
Bastian rió entre dientes y alzó
su bolsa de tela vacía mientras gritaba de forma nada entendible.
— ¡Truco o trato! ¡Truco o trato!
La anciana los miró dubitativa, y
después extrajo una mano arrugada con la que comprobó el contenido de la bolsa
que el pequeño niño le ofrecía.
— ¿Cómo es posible que unos
monstruitos tan aterradores como vosotros tengáis esas bolsas tan vacías? —
preguntó la mujer. — ¿os los habéis comido todos acaso?
— ¡No! — gritó Bastian mientras
negaba con la cabeza, dando grandes sacudidas que acabaron mareándolo.
— Los hemos perdido, señora...
Usted es nuestra última esperanza de la noche.
A diferencia de su hermano
pequeño, mucho más brusco, Tod sabía hablar con la dulzura propia de un niño, y
así ganarse a la gente con su intrínseca buena fe. Sus ojos vidriosos
enamoraban a cualquiera, y aquella vieja mujer no fue la excepción.
Abrió la puerta de par en par, y
se adentró en su vivienda invitando a los pequeños a entrar también. Bastian
entró sin pensárselo con el saco alzado esperando a que le llovieran las
golosinas, pero Tod aguardó al otro lado del umbral meditando su proximo
movimiento. El interior de la casa estaba completamente descuidado, olía a
naftalina y de ella emanaba un frío glacial que hacía estremecerle. No había
apenas luz en su interior lo que la dotaba de una aura intrigante y siniestra,
y parecía tan recargada que uno tardaría meses en vaciarla. Observando lo que
tenía en frente Tod permaneció anclado allí por lo que parecieron minutos, cuando
sintió que algo gruñía cerca de él. Buscó a tientas a su alrededor hasta que
descubrió que bajo el sauce llorón, bajo el centenar ojos amarillos le
observaban, también había un par de ojos que no le perdían de vista. Se trataba
de un sabueso de tamaño mediano que en aquel preciso momento tenia el pelo
erizado y los dientes sobresaliendo de sus fauces. Gruñía amenazante, y tiraba
de la cadena que lo mantenía cautivo con todas sus fuerzas. Tales eran sus
embestidas que incluso se quejaba del daño que se hacía a sí mismo, pero
aquello no parecía suficiente como para frenar su intimidación. Empezó a ladrar
con fiereza y los cuervos que descansaban en las extremidades del árbol
graznaron violentamente y se elevaron al vuelo, para después caer en picado…
La escena duró apenas unos
segundos. Parecían puñales negros que caían desde el mismo cielo para atravesar
con sus afilados picos el cuerpo del perro. Los primeros quejidos fueron tan
sonoros como sus ladridos, pero lentamente, junto a su vida, la voz del canino
desapareció.
Tras arrebar la vida a su víctima
los pájaros se fueron depositando de nuevo sobre el árbol, y sus ojos, todos
ellos, miraron de nuevo Tod, algo que él interpretó como una amenaza.
Asustado decidió entonces
adentrarse al interior de la vivienda sin saber a ciencia cierta si lo que
acababa de presenciar había sido real o producto del miedo que sentía. Pero no
dejó que aquel recuerdo rondase por su mente más tiempo del necesario, y se
evadió de él al encontrarse en las profundidades de aquel palacete al que
habían acudido.
Lo primero que vio fue una gran
escalera retorcida que ascendía al segundo piso, y de las paredes colgaban
cuadros antiguos de tamaño desproporcionado. Junto a las escaleras había un
extenso pasillo desde cuyo extremo podía verse la luz de una pequeña candela, y
en el suelo iluminado se proyectaban sombras alargadas que bailaban silenciosas.
Tod caminó lentamente, con la incómoda sensación de ser observado por aquellos
retratos tenebrosos. Llegó a presenciar incluso el ligero movimiento de sus
ojos, muy sutil y casi imperceptible.
Sus pisadas hicieron crujir el
suelo, y de entre las grietas sobresalieron insectos menudos y brillantes que
subían por sus piernas. Uno de ellos llegó a alcanzar su rostro, y agitado se
valió de sus temblorosas manos para librarse de el. Asqueado correteo dirección
al umbral de la puerta que había en el otro extremo del pasillo y al cruzarlo
llegó a un amplio salón circular. En el centro de la estancia se erigía una
enorme lámpara de telaraña con un millar de cristales reflejantes, lo que
creaba sobre las paredes todo un espectro de colores que iban desde el rojizo
más sanguinolento, hasta el azul gélido del hielo submarino.
Bajo la lampara había una gran
mesa y sobre ella que descansaba un extraño muñeco articulado, y más allá
estaba Bastian correteando alrededor de la anciana arrastrando un saco que
milagrosamente se había llenado. Tod miró sorprendido a su hermano pequeño que
permanecía risueño, y al dirigir su mirada a la anciana se percató de que esta
le había estado observando antes incluso de que él la mirara. Tenía una sonrisa
sibilina y sus ojos brillaban como lo podrían hacer los ojos de una víbora. Se
relamía gustosa, conteniendo su dicha.
— ¿Qué hay de ti pequeño monstruo?
¿No quieres caramelos?
PD PARA MI RESEÑADORA: Esta vez me he ahorrado los gifs tenebrosos. :*
3 comentarios
Vale... Has logrado acojonarme...
ResponderEliminar¡¡¡¡Me encantaaa!!!!
Ese ambiente tétrico, la misteriosa casa y la anciana. Que le den a Hansel y Gretel, tus protagonistas me gustan mucho más.
Un beso
Lena
jajajaja por Dios qué majo xD gracias por pensar en mi salud mental y no meter los gifts jajaja qué simpático :D
ResponderEliminarEso sí, el gift del tick tock es brutal.
Bueno pues me has dejado... vamos.. jaja
La ambientación es increíble, se te ponen los pelos de punta a medida que vas leyendo. Se te dan genial las historias de miedo, ¿no has pensado escribir un libro?
Además, has metido niños (me has tocado la fibra, estoy sufriendo por ellos ya jaja) y ancianas psicópatas... me recuerda a Hansel y Gretel también... aishhh espero que no les pase nada :S
Y el niño ese de los caramelos... los niños en las historias de miedo son terroríficos :O
Vamos, que lógicamente te haces una idea de que el terror no es mi estilo pero olé tú, chapó con este capítulo. Absolutamente todo está conectado y en ningún momento se abandona la intriga. Y también está genial utilizar las sensaciones: la descripción del niño comiendo caramelos, la escena de los cuervos y el perro, los insectos... todo causa repulsión. Está muy lograda la historia.
¡Enhorabuena! ^^
Me ha gustado mucho ^^
Ahora a esperar a ver qué les pasa a mis pobres niños :S jaja
¡Un besazo!
Wow! Es increíble y pone los pelos de punta jajaja me ha encantado la descripción del palacete y de la anciana, sigo leyendo :)
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